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Puerta Norte del Real Jardín Botánico

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Puertas monumentales de Madrid
RealJardinBotanico Puerta de Murillo
RealJardinBotanico Puerta de Murillo

La Puerta Norte del Real Jardín Botánico de Madrid, también conocida como la Puerta de Murillo, es la puerta principal de acceso del Jardín Botánico de Madrid. Está integrada dentro del Paisaje de la Luz, un paisaje cultural declarado Patrimonio de la Humanidad el 25 de julio de 2021.[1]​[2]​

Extracto del artículo de Wikipedia Puerta Norte del Real Jardín Botánico (Licencia: CC BY-SA 3.0, Autores, Material gráfico).

Puerta Norte del Real Jardín Botánico
paseo de Carlos III, Madrid Retiro

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Coordenadas geográficas (GPS)

Latitud Longitud
N 40.412392 ° E -3.691981 °
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Dirección

Puerta de Murillo

paseo de Carlos III
28014 Madrid, Retiro
Comunidad de Madrid, España
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RealJardinBotanico Puerta de Murillo
RealJardinBotanico Puerta de Murillo
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Lugares cercanos

Museo del Prado
Museo del Prado

El Museo del Prado, oficialmente Museo Nacional del Prado, es uno de los más sobresalientes del mundo,[5]​[6]​ y también figura entre los más visitados (el decimoctavo en 2013 entre los dedicados al arte).[7]​ Con sede en Madrid, España, está asimismo considerada la institución cultural más importante del país, según el Observatorio de la Cultura de 2020, estudio realizado entre varios centenares de profesionales del sector.[8]​ Singularmente rico en cuadros de maestros españoles y de varias escuelas pictóricas del resto de Europa entre los siglos XV y XVIII, y españoles del XIX, según manifestó el historiador del arte e hispanista Jonathan Brown «pocos se atreverían a poner en duda que es el museo más importante del mundo en pintura europea».[9]​ Su principal atractivo radica en la amplia presencia de Velázquez, el Greco, Goya (el artista más extensamente representado en el museo),[10]​Tiziano, Rubens y el Bosco, de los que posee las mejores y más extensas colecciones que existen a nivel mundial,[11]​[12]​ a lo que hay que sumar destacados conjuntos de autores tan importantes como Murillo, Ribera, Zurbarán, Paret, Fra Angelico, Rafael, Veronese, Tintoretto, Durero, Patinir, Antonio Moro, Van Dyck o Poussin, por citar solo algunos de los más relevantes. Alfonso E. Pérez Sánchez, antiguo director de la institución, afirmaba que «representa a los ojos del mundo lo más significativo de nuestra cultura y lo más brillante y perdurable de nuestra historia».[13]​ El inventario de bienes artísticos comprendía, a febrero de 2017, más de 35 000 objetos, desglosados en 8045 pinturas, 9561 dibujos, 5973 estampas y 34 matrices de estampación, 971 esculturas (además de 154 fragmentos), 1189 piezas de artes decorativas, 38 armas y armaduras, 2155 medallas y monedas, por encima de 15 000 fotografías, 4 libros y 155 mapas.[nota 2]​[14]​[15]​ Por endémicas limitaciones de espacio, el museo exhibía una selección de obras de máxima calidad (unas 900), por lo que era definido como «la mayor concentración de obras maestras por metro cuadrado». Con la ampliación de Rafael Moneo, inaugurada en 2007, se previó que la selección expuesta crecería en un 50 %, con unas 450 obras más.[16]​ Además, en 2018 se reabrieron las salas del ático norte, tras lo cual el total de piezas expuestas ronda las 1700,[17]​ y cuando se rehabilite el edificio del Salón de Reinos se colgarán en él entre 250 y 300 pinturas más.[18]​ Al igual que otros grandes museos europeos, como el Louvre de París y los Uffizi de Florencia, el Prado debe su origen a la afición coleccionista de las dinastías gobernantes a lo largo de varios siglos. Refleja los gustos personales de los reyes españoles y su red de alianzas y sus enemistades políticas, por lo que es una colección asimétrica; algunos artistas y estilos tienen un repertorio insuperable, y por el contrario otros se hallan representados nula o escasamente. Solo desde el siglo XX se procura, con resultados desiguales, solventar algunas ausencias. El Prado no es un museo enciclopédico al estilo del Museo del Louvre, el Hermitage, el Metropolitan, la National Gallery de Londres, o incluso (a una escala mucho más reducida) el vecino Museo Thyssen-Bornemisza, que tienen obras de prácticamente todas las escuelas y épocas. Por el contrario, es una colección intensa y distinguida, formada esencialmente por unos pocos reyes aficionados al arte, donde muchas obras fueron creadas por encargo. El fondo procedente de la Colección Real se ha ido complementando con aportaciones posteriores, que apenas han modificado su perfil inicial, puesto que, a diferencia de lo habitual en las pinacotecas nacionales de otros países, los esfuerzos, más que a completar las faltas, han ido dirigidos a reforzar el núcleo esencial.[19]​ Muchos expertos la consideran una colección «de pintores admirados por pintores», enseñanza inagotable para nuevas generaciones de artistas, desde Manet, Mary Cassatt, Renoir, Toulouse-Lautrec y Degas, que visitaron el museo en el siglo XIX, hasta Picasso, Matisse, Dalí, Edward Hopper, Francis Bacon, David Hockney y Antonio Saura, quien decía: «Este museo no es el más extenso, pero sí el más intenso».[20]​ Las escuelas pictóricas de España, Flandes e Italia (sobre todo Venecia) ostentan el protagonismo en el Prado, seguidas por el fondo francés, más limitado si bien con buenos ejemplos de Georges de La Tour, Nicolas Poussin y Claudio de Lorena. La pintura alemana cuenta con un repertorio discontinuo, con cuatro obras maestras de Durero y múltiples retratos de Mengs como principales tesoros. Junto al breve repertorio de pintura británica, circunscrito casi al género del retrato, hay que mencionar la pintura neerlandesa, una sección no demasiado amplia pero que incluye a Rembrandt. Aunque sean aspectos menos conocidos, el museo cuenta también con una importante sección de artes decorativas (que incluye el Tesoro del Delfín) y con una colección de esculturas, en la que destacan las greco-romanas. Junto con el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo Nacional del Prado forma el llamado Triángulo del Arte, meca de numerosos turistas de todo el mundo. Esta área se enriquece con otras instituciones cercanas: el Museo Arqueológico Nacional, el Museo Nacional de Artes Decorativas, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y otros pequeños museos. El Prado es gobernado por un director (actualmente Miguel Falomir, en el cargo desde el año 2017), asistido por el Real Patronato del Museo. Su funcionamiento se rige por la Ley 46/2003, de 25 de noviembre, reguladora del Museo Nacional del Prado.[21]​

Edificio Villanueva del Museo del Prado
Edificio Villanueva del Museo del Prado

El conocido como Edificio Villanueva del Museo del Prado es la principal de las sedes de este museo español y la primera cronológicamente. Recibe su nombre del arquitecto que lo diseñó, Juan de Villanueva, ganador del concurso para realizar el edificio, si bien está documentada la intervención en él de más de veinte arquitectos a lo largo de sus dos siglos de historia. En origen estaba en realidad destinado a acoger el Real Gabinete de Historia Natural, en la planta alta, y la Academia de Ciencias, en el piso bajo, además de contar con un salón de juntas en la parte central. Cada uno de ellos tenía su acceso propio: al Real Gabinete se accedía por el lado norte, la actual Puerta de Goya, a la Academia por el sur (Puerta de Murillo) y al salón de juntas por el oeste (Puerta de Velázquez). Fue concebido por José Moñino y Redondo, I conde de Floridablanca y Primer Secretario de Estado del rey Carlos III, en el marco de una serie de instituciones de carácter científico (pensadas según la nueva mentalidad de la Ilustración) para la reurbanización del paseo llamado Salón del Prado. Con este fin, Carlos III contó con uno de sus arquitectos predilectos, Juan de Villanueva, autor también de los vecinos Real Jardín Botánico y Real Observatorio Astronómico, con los que formaba un conjunto conocido como la Colina de las Ciencias. Su construcción se inició en 1785. Se conservan planos de Villanueva que datan de entre 1790 y 1791. La obra estaba a medias en 1808, cuando se produjo la Invasión napoleónica, que lo dejó destrozado, al ser usado como cuartel y fundirse además el plomo de las cubiertas y de los canalones para fabricar proyectiles. Después de que Fernando VII destinara el museo de artes al edificio construido por Villanueva, la estructura de este cambió. Pero antes, durante el reinado de José Bonaparte, varias bóvedas del museo se usaron como sótanos para guardar el armamento de las tropas francesas y muchas veces como cuartel general de soldados, lo que ocasionó un serio deterioro del edificio. Al acabar la guerra, Villanueva se dio a la tarea de restaurarlo, labor que fue continuada por su discípulo Antonio López Aguado. Siendo director Federico de Madrazo, Narciso Pascual Colomer culminó el proyecto original. Sucesivas modificaciones se le han hecho, como la apertura de la puerta baja de Goya (originalmente esa zona era un terraplén), con proyecto de Francisco Jareño, luego modificado en la intervención de Pedro Muguruza entre 1943 y 1946.