La Cuarta República francesa se desarrolló en Francia entre 1946 y 1958. En muchos sentidos fue una reedición de la Tercera República, que existió antes de la Segunda Guerra Mundial y padeció muchos de los mismos problemas, como la breve duración de los gobiernos, que complicó el desarrollo de políticas públicas. Francia adoptó la Constitución de la IV República el 13 de octubre de 1946, repitiendo el esquema heredado de la Tercera República: un presidente con poco poder político y un primer ministro en quien se concentraba el mando directo, junto con un parlamento capaz de retirar la confianza en el primer ministro de manera muy sencilla, con el fin de controlar sus funciones.
Se hicieron algunos intentos para reforzar al Ejecutivo y evitar la situación de inestabilidad que se produjo antes de la guerra, pero la inestabilidad continuó precisamente por el temor de los parlamentarios franceses a una presidencia demasiado fuerte, y la Cuarta República vio frecuentes cambios de gobierno entre 1946 y 1958, llegando casi a tener un primer ministro diferente cada año.
Robert Schuman fue presidente del Consejo en 1947 como miembro del Mouvement Républicain Populaire (MRP), después ministro de Finanzas, ministro de Justicia y ministro de Asuntos Exteriores (1948-1952), cargo que lo llevó a ser el mayor negociador francés de los tratados firmados entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el principio de la Guerra Fría, (Consejo de Europa, OTAN, CECA, etc).
El 9 de mayo de 1950, Schuman se dirigió a más de doscientos periodistas para presentar una declaración preparada junto a Jean Monnet, que es considerado como la primera propuesta oficial para la construcción de una Europa integrada y que se conoce a partir de esa fecha como la Declaración Schuman.
Aunque la Cuarta República estuvo marcada por un gran crecimiento económico y una sustancial mejora en el nivel de vida de la población, el régimen se recuerda sobre todo por la fracasada defensa de dos de las colonias francesas: Indochina y Argelia. La alternancia de primeros ministros ocurría además entre líderes de muy diferentes partidos, desde los radicales herederos de la Tercera República, hasta los exluchadores de la resistencia del MRP, inclusive entran al Gobierno socialistas de la SFIO y la UDSR, dedicándose estos grupos a emitir alternativamente votos de censura para eliminarse del gobierno entre sí. El ineficaz sistema continuó desde 1946 pero sin mucha convicción la primera guerra de Indochina hasta su derrota decisiva en Dien Bien Phu en 1954, lo cual trajo un armisticio firmado por el gobierno de Pierre Mendès-France en el cual se reconocía de hecho la independencia total de Vietnam. El fracaso francés en Indochina generó otro inmediato cambio de gobierno cuando el parlamento francés emitió un voto de censura contra Mendès-France, aumentando la inestabilidad.
La rebelión en Argelia empezó poco después de la independencia indochina. El Gobierno francés tuvo un éxito inicial y consiguió controlarla, pero los métodos de tortura utilizados por los militares franceses y las fuerzas de seguridad causaron un tremendo escándalo al hacerse públicos en la metrópoli. Los problemas de inestabilidad e ineficacia de la Cuarta República llegaron a su cima en 1958, cuando el gobierno en París sugirió repentinamente que quería negociar con los nacionalistas argelinos para llegar a un acuerdo que terminase la rebelión, alternativa que desagradaba profundamente a los pieds-noirs (franceses residentes en Argelia) y al propio Ejército francés.
En la llamada Crisis de Mayo, algunos elementos derechistas del ejército, dirigidos por el general Jacques Massu tomaron el poder en Argel y amenazaron con un ataque de tropas paracaidistas sobre París a no ser que Charles de Gaulle, el héroe de la Segunda Guerra Mundial, se pusiera al frente de la República.
La opinión popular no mostraba simpatía masiva hacia De Gaulle, pero tampoco ansiaba prolongar una «legalidad republicana» ineficiente; la clase política rechazó tajantemente la exigencia de los golpistas de Argelia, pero pronto se plegaron a sus deseos ante el apoyo del ejército metropolitano a De Gaulle y la indiferencia mayoritaria de la población civil hacia la suerte de la Cuarta República. De Gaulle aceptó la investidura de jefe de Gobierno pero con la condición de que se aprobase una nueva constitución que creara una poderosa presidencia. Una vez más, el parlamento francés debió ceder a esta presión, ante la amenaza de una rebelión militar masiva, y cuando se realizaron estos cambios nació la Quinta República[1].