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Gigantentreppe

Arquitectura de los años 1700Edificios y estructuras demolidos en los años 1950
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La Escalera Gigante (oficialmente: Gran Escalera) se construyó a partir de 1699 como escalera principal del Palacio Real de Berlín según los planos de Andreas Schlüter. Formaba parte de una unidad de diseño arquitectónico, escultura arquitectónica y pintura, fue considerada una de las primeras y más grandes escaleras del barroco alemán. Recibió el sobrenombre de “Escalera Gigante” debido a la representación de la Gigantomaquia de la mitología griega. Sufrió graves daños durante la Segunda Guerra Mundual y fue demolida junto con el Palacio de Berlín en 1950. Con la reconstrucción del Palacio Real de Berlín como sede del Foro Humboldt, se está discutiendo la reconstrucción de esta.Franco Stella dejó abierta conscientemente la posibilidad de reconstruirla, ya que está excelentemente documentada con fotografías y planos. Un partidario de la reconstrucción es el historiador de arte Peter Stephan, quien justifica la importancia de la escalera diciendo que era el “corazón” del Palacio de Berlín y formaba parte inseparable de la fachada exterior.

Extracto del artículo de Wikipedia Gigantentreppe (Licencia: CC BY-SA 3.0, Autores, Material gráfico).

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Imperio alemán
Imperio alemán

El Imperio alemán (en alemán: Deutsches Reich o Deutsches Kaiserreich) fue la forma de Estado que existió en Alemania desde su unificación y la proclamación de Guillermo I como emperador, el 18 de enero de 1871, hasta 1918, cuando se convirtió en una república después de la derrota en la Primera Guerra Mundial y la abdicación de Guillermo II (9 de noviembre de 1918).[1]​ Como resultado de la “revolución desde arriba”, el canciller prusiano Otto von Bismarck logró zanjar la “cuestión alemana” en los años 1860. Subsiguientemente, resolvió la cuestión del poder interno mediante el conflicto constitucional prusiano (1862-1866) contra el Parlamento y en favor del ejecutivo. Posteriormente la cuestión del poder político externo se resolvió por la guerra de los Ducados (1864) y por la guerra austro-prusiana (1866) en el sentido de la “pequeña Alemania” —con exclusión de Austria— y en la guerra franco-prusiana (1870-1871).[2]​ La victoria de Prusia y sus aliados en este último conflicto condujo a la fundación del Imperio alemán.[3]​ Los reyes de Sajonia y Baviera, los príncipes, duques y electores de Brunswick, Baden, Hanóver, Mecklemburgo, Wurtemberg y Oldemburgo juraron lealtad al rey de Prusia, que se convirtió en Káiser de los 39 Estados independientes que así se unieron.[4]​ Bismarck preparó un amplio esquema, la Constitución alemana del norte, de 1866, que se convirtió en la Constitución alemana de 1871, con algunos ajustes. Alemania adquirió algunos rasgos democráticos y en el nuevo Imperio había un parlamento con dos cámaras. La Cámara baja, o Reichstag, era elegida por sufragio universal masculino.[1]​ Sin embargo, las circunscripciones originales elaboradas en 1871 nunca se volvieron a rediseñar para reflejar el crecimiento de las zonas urbanas. Como resultado, en el momento de la gran expansión de las ciudades alemanas entre los años 1890 y 1900, las zonas rurales estaban excesivamente representadas. Una de las características del gobierno fue la retención de una parte muy importante del poder político por parte de la élite terrateniente, los junkers.[5]​ La legislación también requería la aprobación del Bundesrat, el Consejo federal de diputados de los Estados del Reich. El poder ejecutivo residía en el emperador, o Káiser (por el caudillo romano César). Al emperador se le dieron amplios poderes por la Constitución. El canciller era el comandante en jefe supremo de las fuerzas armadas y el árbitro final de las relaciones internacionales. Oficialmente, el canciller era un gabinete de un solo hombre y era responsable de la marcha de prácticamente todos los asuntos del Estado, como la burocracia de altos funcionarios a cargo de las finanzas, la guerra, las relaciones internacionales, etc.; se parecía al Presidente del Consejo de Ministros. El Reichstag tenía el poder de aprobar, modificar o rechazar proyectos de ley y de iniciar una legislación.[6]​ Aunque de iure todos los Estados tenían el mismo poder ejecutivo, prácticamente el Imperio estaba dominado por el Reino de Prusia, su Estado más grande y poderoso. Se extendía por el norte y poseía las dos terceras partes de la superficie del Reich y las tres quintas partes de su población. La corona imperial era hereditaria de la Dinastía de los Hohenzollern, la casa reinante de Prusia. Con la excepción de los años 1872-1873 y 1892-1894, el canciller fue siempre al mismo tiempo el ministro-presidente de Prusia. Con 17 votos de los 58 en el Bundesrat, Berlín solo necesitaba unos cuantos votos de los Estados pequeños para ejercer un control efectivo.[6]​ Los otros Estados conservaron sus propios gobiernos, pero se limitaron solo a los aspectos de la soberanía. Por ejemplo, los sellos postales eran emitidos por el Imperio en su conjunto, al igual que la moneda. Algunas piezas eran emitidas por los Estados, pero eran prácticamente monedas conmemorativas y tenían una circulación limitada. De esta forma, sin una armonización monetaria y la presencia de un banco central, el Imperio representó la más larga experiencia de un sistema de banca libre durante el siglo XIX en los países industrializados del continente.[7]​ Además, mientras que los Estados tenían sus propias condecoraciones, y algunos tenían sus propios ejércitos, las fuerzas militares de los más pequeños fueron puestas bajo control prusiano. Los ejércitos de los Estados más grandes, como los reinos de Baviera y Sajonia, se coordinaron con los ejércitos principales de Prusia y en tiempo de guerra eran controlados por el gobierno federal.[8]​ Aunque autoritario en muchos aspectos, el Imperio permitió el desarrollo de partidos políticos, libertad de reunión y ciertas cotas de libertad de expresión y asociación. Bismarck tuvo la intención de crear una fachada constitucional de máscara para la continuación de políticas autoritarias. En el proceso, creó un sistema en el que había una disparidad significativa entre los sistemas electorales de Prusia y el resto de Alemania. Prusia utilizaba un sistema de votación muy restrictivo de tres clases, en el que la tercera parte más rica de la población podía elegir el 85% de la legislatura, lo que aseguraba una mayoría conservadora.[9]​ En 1871, el Imperio alemán contaba con 41 millones de ciudadanos. A partir de entonces, centenares de miles de personas se dirigieron a las principales ciudades alemanas en busca de trabajo en las fábricas.[4]​ En 1913 había casi 66 millones,[10]​ un aumento de más de la mitad. Y más de la mitad de ellos vivían en pueblos y ciudades. Pero no se trataba solo de una expansión de la población. Los cimientos de la fortaleza económica en el cambio de siglo eran de acero y carbón, y Alemania hizo grandes progresos con ambos. En 30 años, la participación de Alemania en el comercio mundial aumentó en un tercio. En 1914, Alemania era la nación industrial más poderosa de Europa. El epítome de su industria podría estar en la firma Krupp, cuya primera fábrica fue construida en Essen. Con la unidad se produjo un período extraordinario de expansión económica.[1]​ Además, los trabajadores alemanes disfrutaban de beneficios por enfermedad, accidentes y maternidad, comedores y vestuarios y un plan nacional de pensiones.[11]​ En noviembre de 1918, con la revolución interna, una guerra estancada, Austria-Hungría cayendo a pedazos desde múltiples tensiones étnicas, y la presión del alto mando alemán, el emperador Guillermo II, quien era por entonces una "sombra", abdicó, junto con el jefe del alto mando alemán, dejando la situación desastrosa para el nuevo gobierno liderado por los socialdemócratas alemanes, quienes pidieron y se les concedió un armisticio el 11 de noviembre de 1918 y marcó el final de la Primera Guerra Mundial y del Imperio alemán, con grandes pérdidas territoriales para este último, como el voivodato de Pomerania, el Territorio Imperial de Alsacia y Lorena o la Ciudad libre de Dánzig. El Imperio fue seguido por la democrática e inestabilizada República de Weimar.[12]​ Durante sus 47 años de vigencia, este Imperio se convirtió en una de las economías industriales más poderosas del mundo, así como una gran potencia.[13]​ La evolución del Imperio alemán va en consonancia con los desarrollos paralelos en el reino de Italia, que se convirtió en una nación unificada diez años antes que el Imperio alemán.[14]​ Algunos elementos clave de la estructura política autoritaria del Imperio alemán también fueron la base para la modernización conservadora en el Japón imperial de Meiji y para la conservación de una estructura política autoritaria bajo los zares del Imperio ruso.[15]​ Los estados fronterizos más importantes fueron el Imperio ruso en el este, Francia en el oeste y el Imperio austrohúngaro ubicado en el sur.

Confederación Alemana del Norte
Confederación Alemana del Norte

La Confederación Alemana del Norte (en alemán, Norddeutscher Bund) tuvo su inicio en 1867, tras la disolución de la Confederación Germánica. Formada por 22 Estados del norte de Alemania, fue un agrupamiento transitorio, que duró solo hasta la proclamación del Imperio alemán en 1871. A diferencia de la Confederación Germánica, la Confederación Alemana del Norte fue un verdadero Estado. Su territorio estaba comprendido por las partes de la Confederación Germánica que se encontraban al norte del Meno; los territorios orientales de Prusia y el Ducado de Schleswig, pero excluía a Austria, Baviera, Wurtemberg, Baden y los territorios meridionales del Gran Ducado de Hesse. Sin embargo, consolidó el poder prusiano en el norte de Alemania y puso los cimientos del control prusiano sobre el sur de Alemania, gracias a la Zollverein y a Tratados de Paz Secretos (firmados con los Estados meridionales el día anterior a la Paz de Praga 1866). Si bien dejó de existir tras la creación del Imperio alemán, fue la «primera piedra» de este. Su constitución daba grandes poderes al nuevo Canciller (Bismarck), quien fue designado por la Presidencia del Bundesrat (Prusia). Esto fue así porque el canciller era inmune ante el Reichstag, lo que le permitió ser el único nexo entre el Presidente y el pueblo. Sin embargo la constitución no era tan conservadora: el Canciller retuvo el poder sobre el aparato militar (después de la amarga experiencia de la Crisis Constitucional de 1862 en Prusia, que casi devora a Guillermo I). Además no se toleraba oposición alguna al Canciller: los civiles que se opusieron a Bismarck en la década del 1860 tenían prohibido ejercer cargos públicos.

República de Weimar
República de Weimar

La República de Weimar (en alemán, Weimarer Republik) fue el régimen político y, por extensión, el período de la historia de Alemania comprendido entre 1918 y 1933, tras la derrota del país en la Primera Guerra Mundial. El nombre de República de Weimar es un término aplicado por la historiografía posterior, puesto que el país conservó su nombre de Deutsches Reich (‘Imperio alemán’). La denominación procede de la ciudad alemana de Weimar, donde se reunió la Asamblea Nacional constituyente y se proclamó la nueva constitución, que fue aprobada el 31 de julio y entró en vigor el 11 de agosto de 1919. Este período, aunque democrático, se caracterizó por la gran inestabilidad política y social, en el que se produjeron golpes de Estado militares y derechistas, intentos revolucionarios por parte de la izquierda y fuertes crisis económicas. Toda esta combinación provocó el ascenso de Adolf Hitler y el Partido Nacionalsocialista. El 5 de marzo de 1933, los nazis obtuvieron la mayoría en las elecciones al Reichstag, con lo que pudieron aprobar el 23 de marzo la Ley habilitante que, junto al Decreto del incendio del Reichstag del 28 de febrero y al permitir la aprobación de leyes sin la participación del Parlamento, se considera que significó el final de la República de Weimar. Si bien la Constitución del 14 de agosto de 1919 formalmente no fue derogada hasta el fin de la II Guerra Mundial en 1945, el triunfo de Adolf Hitler y las reformas llevadas a cabo por los nacionalsocialistas (Gleichschaltung) la invalidaron mucho antes, instaurando el denominado Tercer Reich.

Alemania nazi
Alemania nazi

La Alemania nazi o Alemania nacionalsocialista, conocida también como el Tercer Reich,[n 1]​ es el término historiográfico común en español al referirse al Estado alemán entre 1933 y 1945, durante el gobierno del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) y su máximo dirigente, Adolf Hitler, al frente del país. Dicho partido, y por tanto las políticas sociopolíticas aplicadas durante su época en el poder, fue caracterizado por sus políticas totalitarias y dictatoriales y sus ideologías racistas y ultranacionalistas, y es conocido más que nada por su papel en la Segunda Guerra Mundial y eventos relacionados, entre ellos la perpetración del Holocausto. Oficialmente, el nombre del Estado continuó siendo Deutsches Reich (Reich alemán), como lo había sido a partir de 1871, modificando su nombre en 1943 a Großdeutsches Reich (Gran Reich alemán) por considerar la ideología nacionalsocialista a todos los pueblos germánicos europeos y sus territorios —muchos en efecto ocupados por la Alemania nazi en esa época—parte del Estado alemán (Großdeutschland). Tanto el período de la Alemania nazi como el uso del término Reich tocaron su fin tras la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial. El 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller de Alemania, jefe de gobierno, por el presidente de la República de Weimar, Paul von Hindenburg, jefe de Estado. El Partido Nazi comenzó entonces a eliminar toda oposición política y a consolidar su poder. Hindenburg murió el 2 de agosto de 1934 y Hitler se convirtió en dictador de Alemania al fusionar las oficinas y los poderes de la Cancillería y la Presidencia. Un referéndum nacional celebrado el 19 de agosto de 1934 confirmó a Hitler como único Führer (líder) de Alemania. Todo el poder estaba centralizado en la persona de Hitler y su palabra se convirtió en la ley suprema. El gobierno no era un organismo coordinado y cooperativo, sino una colección de facciones que luchaban por el poder y el favor de Hitler. En medio de la Gran Depresión, los nazis restauraron la estabilidad económica y acabaron con el desempleo masivo utilizando un fuerte gasto militar y una economía mixta. Utilizando el gasto deficitario, el régimen emprendió un programa de rearme secreto masivo y la construcción de amplios proyectos de obras públicas, incluida la construcción de autopistas. El regreso a la estabilidad económica impulsó la popularidad del régimen. El racismo, la eugenesia nazi y, especialmente, el antisemitismo, fueron rasgos ideológicos centrales del régimen. Los nazis consideraban a los pueblos germánicos como la raza superior, la rama más pura de la raza aria. La discriminación y la persecución de judíos y gitanos comenzaron en serio después de la toma del poder. Los primeros campos de concentración se establecieron en marzo de 1933. Los judíos y otras personas consideradas indeseables fueron encarceladas, y liberales, socialistas y comunistas fueron asesinados, encarcelados o exiliados. Las iglesias cristianas y los ciudadanos que se oponían al gobierno de Hitler fueron oprimidos y muchos líderes encarcelados. La educación se centró en la biología racial, la política de población y la aptitud para el servicio militar. Se redujeron las oportunidades profesionales y educativas de las mujeres. La recreación y el turismo se organizaron a través del programa Fuerza a través de la alegría, y los Juegos Olímpicos de Verano de 1936 mostraron a Alemania en el escenario internacional. El ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, hizo un uso eficaz del cine, las manifestaciones masivas y la oratoria hipnótica de Hitler para influir en la opinión pública. El gobierno controlaba la expresión artística, promovía formas de arte específicas y prohibía o desalentaba otras. Desde la segunda mitad de la década de 1930, la Alemania nazi hizo demandas territoriales cada vez más agresivas, amenazando con la guerra si no se cumplían. El Sarre votó por plebiscito para reunirse con Alemania en 1935, y en 1936 Hitler envió tropas a Renania, que había sido desmilitarizada después de la Primera Guerra Mundial. Alemania se apoderó de Austria en el Anschluss de 1938, y exigió y recibió la región de los Sudetes de Checoslovaquia en ese mismo año. En marzo de 1939, el estado eslovaco fue proclamado y se convirtió en un estado cliente de Alemania, y el protectorado alemán de Bohemia y Moravia se estableció en el resto de las tierras checas ocupadas. Poco después, Alemania presionó a Lituania para que cediera Memel al Tercer Reich. Alemania firmó un pacto de no agresión con la Unión Soviética e invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939, iniciando la Segunda Guerra Mundial en Europa. A principios de 1941, Alemania y sus aliados europeos en las potencias del Eje controlaban gran parte de Europa. Los Reichskommissariats tomaron el control de las áreas conquistadas y se estableció una administración alemana en el resto de Polonia. Alemania explotó las materias primas y la mano de obra tanto de sus territorios ocupados como de sus aliados. El genocidio y los asesinatos en masa se convirtieron en señas de identidad del régimen. A partir de 1939, cientos de miles de ciudadanos alemanes con discapacidades mentales o físicas fueron asesinados en hospitales y asilos. Los escuadrones de la muerte paramilitares de Einsatzgruppen acompañaron a las fuerzas armadas alemanas dentro de los territorios ocupados y llevaron a cabo matanzas en masa de millones de judíos y otras víctimas. Después de 1941, millones de personas más fueron encarceladas, obligadas a trabajar hasta la muerte o asesinadas en campos de concentración y campos de exterminio nazis. Este genocidio se conoce como el Holocausto. Si bien la invasión alemana de la Unión Soviética en 1941 fue inicialmente exitosa, el resurgimiento soviético y la entrada de los Estados Unidos en la guerra significaron que la Wehrmacht (fuerzas armadas alemanas) perdiera la superioridad en el Frente Oriental en 1943, y a fines de 1944 ya había sido empujado a la frontera anterior a 1939. Los bombardeos aéreos a gran escala de Alemania se intensificaron en 1944 y las potencias del Eje fueron rechazadas en Europa del Este y del Sur. Después de la invasión aliada de Francia, Alemania fue conquistada por la Unión Soviética desde el este y los otros aliados desde el oeste, y capituló en mayo de 1945. La negativa de Hitler a admitir la derrota provocó la destrucción masiva de la infraestructura alemana y muchas muertes adicionales relacionadas con la guerra en los últimos meses. Los aliados victoriosos iniciaron una política de desnazificación y llevaron a muchos líderes nazis sobrevivientes a juicio por crímenes de guerra en los juicios de Núremberg.

Brandeburgo-Prusia
Brandeburgo-Prusia

Brandeburgo-Prusia (en alemán: Brandenburg-Preußen) es la denominación historiográfica para un reino de la Edad Moderna formado en 1618 mediante una unión personal entre el ducado de Prusia y el margraviato de Brandeburgo (parte del Sacro Imperio Romano Germánico). El Estado brandeburgués-prusiano fue sucedido por el reino de Prusia en 1701, siendo absorbido por el recién fundado Imperio alemán en 1871. Basado en el electorado de Brandeburgo, la rama principal de los Hohenzollern se unió por matrimonio con la rama que gobernaba el ducado de Prusia, y aseguró la sucesión a la extinción de la línea masculina en el segundo en el año 1618. Otra consecuencia de los matrimonios fue la incorporación de los principados de la Baja Renania de Cléveris, Mark y Ravensberg después del tratado de Xanten en 1614. Ana, hija del duque Alberto Federico de Prusia (reinó entre 1568 y 1618), se casó con el elector Juan Segismundo I de Brandeburgo, quien tenía garantizado el derecho a la sucesión del ducado de Prusia (luego un feudo polaco) tras la muerte de su suegro en 1618. Para ese momento, el feudo polaco de Prusia pasó al control de los electores de Brandeburgo. El ducado de Prusia siguió siendo un feudo bajo la corona polaca. La guerra de los Treinta Años (1618-48) fue especialmente devastadora. El elector cambió de lado tres veces, y como resultado de ello, tanto los ejércitos protestantes como los católicos arrasaron la tierra, matando, quemando, capturando hombres y suministros de comida. Más de la mitad de la población fue muerta o desplazada. Berlín y las otras ciudades principales quedaron en ruinas, y tardaron décadas en recuperarse. Por la paz de Westfalia, que puso fin a la guerra en 1648, Brandeburgo obtuvo Minden y Halberstadt, también la sucesión de parte de Pomerania (incorporada en 1653) y el ducado de Magdeburgo (incorporado en 1680). Federico Guillermo I de Brandeburgo el Gran Elector (1640-1688), comenzó a sentir que tenía que ir a Varsovia para rendir homenaje a Ladislao IV de Polonia por el ducado de Prusia, el cual asumió en feudo de la corona polaca. Pero sacando ventaja de la difícil posición de Polonia con Suecia en la gran guerra del Norte y su amistosa posición con Rusia durante una serie de guerras ruso-polacas, Federico Guillermo consiguió obtener más tarde un descargo de sus obligaciones de vasallo, y luego de la invasión tártara de Polonia en 1656-57 le fue otorgada finalmente la independencia a Prusia en 1660. Con el tratado de Bromberg (1657), concluido durante la segunda guerra nórdica, los electores quedaron liberados del vasallaje polaco por el ducado de Prusia y obtuvieron Lauemburgo-Bütow (Lębork- Bytów) y Draheim (posesión que se sustanció en 1668) en el actual Voivodato de Pomerania Occidental. El tratado de Saint-Germain-en-Laye (1679) que ponía fin a la guerra de Escania, expandió la Pomerania brandeburguesa hasta el bajo Óder (Kamień Pomorski y Gryfino). La segunda mitad del siglo xvii estableció las bases para que Prusia se convirtiese en uno de los jugadores principales en la posterior política europea. El emergente potencial militar prusiano-brandeburgués, basado en la introducción de un ejército permanente en 1653, queda simbolizado en las renombradas victorias de Varsovia (1656) y Fehrbellin (1675) y por el Gran paseo en trineo (1678). Brandeburgo-Prusia también estableció una armada y colonias alemanas en la Costa de Oro brandeburguesa y Arguin. Federico Guillermo abrió Brandeburgo-Prusia a inmigración a gran escala (Peuplierung) de lo que principalmente fueron refugiados protestantes de toda Europa (Exulanten), especialmente hugonotes tras el Edicto de Potsdam. Federico Guillermo también empezó a centralizar la administración de Brandeburgo-Prusia y a reducir la influencia de los estados. Los derechos de la corona polaca para con Prusia serían legalmente revertidos si la línea dinástica Hohenzollern se extinguía. En 1701, Federico III, elector de Brandeburgo, se proclamó «rey en Prusia» y todos los vínculos con Polonia desaparecieron. El primer rey prusiano fue también el último que habló fluidamente el polaco. Sus sucesores hablaban alemán y francés. La elevación del electorado a reino fue posible por el estatus soberano del ducado de Prusia fuera del Sacro Imperio Romano Germánico y la aprobación del emperador Habsburgo y otras casas reales europeas en el curso de la formación de alianzas para la guerra de sucesión española y la gran guerra del Norte. Desde 1701 en adelante, los dominios Hohenzollern se llamaron reino de Prusia o, simplemente, Prusia. Legalmente, la unión personal entre Brandeburgo y Prusia continuó hasta la disolución del Sacro Imperio en 1806. Sin embargo, para esta época la soberanía superior del emperador sobre el imperio se había convertido en una ficción legal. De ahí que, después de 1701, Brandeburgo fuera de facto tratado como parte del reino de Prusia. Federico y sus sucesores siguieron centralizando y expandiendo el estado, transformando la unión personal de principados diversos propios de la época Brandeburgo-Prusia en un sistema de provincias subordinadas a Berlín.

Palacio Real de Berlín
Palacio Real de Berlín

El Palacio Real de Berlín (en alemán: Berliner Schloss) era una antigua residencia real situada en el centro (Mitte) de dicha ciudad. Fue la sede de la casa de Hohenzollern y, por ello, sucesivamente la principal residencia de los electores de Brandeburgo, reyes de Prusia y emperadores de Alemania.[1]​ La primera piedra del edificio se colocó en 1443, pero posteriormente el edificio sufrió varias modificaciones y ampliaciones, destacando la renacentista en el siglo XV y la gran transformación barroca a inicios del siglo XVIII, hecho que coincidió con la creación del reino de Prusia. Exteriormente, el proyecto barroco de Andreas Schlüter y Johann Friedrich Eosander von Göthe permaneció inalterado hasta la adición de la cúpula por Friedrich August Stüler a mediados del siglo XIX. No obstante, a lo largo de su historia el palacio experimentó innumerables alteraciones en sus interiores siguiendo el estilo y las costumbres imperantes en cada época. Con 1210 habitaciones, era considerado la mayor obra arquitectónica barroca al norte de los Alpes.[2]​ El edificio fue testigo de la Revolución de marzo de 1848. Además, fue allí donde el emperador Guillermo II instó a los berlineses a ir a la Primera Guerra Mundial después de la movilización rusa y donde se proclamó la efímera República Socialista Libre de Alemania en 1918. Dañado durante los bombardeos aliados y la batalla de Berlín de 1945, fue completamente demolido en 1950 por orden de Walter Ulbricht, líder socialista de la República Democrática Alemana. Tras la reunificación alemana de 1990 se lanzó el proyecto del Humboldt Forum, una reconstrucción parcial del antiguo palacio real destinada a fines culturales. El nuevo edificio, diseñado por el arquitecto italiano Franco Stella, comenzó a construirse en 2013 y se terminó en diciembre de 2020.[3]​[4]​