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Maoño

Localidades de Santa Cruz de Bezana
Maoño, Santa Cruz de Bezana
Maoño, Santa Cruz de Bezana

Maoño es una localidad ubicada en el extremo sur del municipio cántabro de Santa Cruz de Bezana. Dista 3 kilómetros de la capital municipal. Tiene una altitud de 90 m s. n. m. Su población en el año 2018 era de 673 habitantes. Colinda con Azoños, Escobedo y Boo de Piélagos. Sus calles principales son Avenida Eduardo Fernández ,Avenida Juan de Herrera, Calle San Vicente y Calle la Jaya. Dispone de conexiones cercanas a la autovía A-67 a través de la nacional N-611, la cual discurre en parte por el pueblo. Sus dos iglesias son la de San Vicente Mártir y la ermita de San Mateo. La arquitectura predominante en Maoño son casas unifamiliares moderadamente modernas, aunque también podemos encontrar numerosos ejemplos de casona montañesa, de gran valor arquitectónico: Casona de los Molleda del siglo XVII, Casona de los Torre-Tagle de 1765, Casa de los Portilla del siglo XVIII.[1]​ En el pueblo de Maoño podemos encontrar dos centros de ocio, el primero en el entorno del parque de la Jaya, el cual además dispone de pista polideportiva, campo de fútbol y parque infantil y el segundo en el Alto de San Mateo, el cual además cuenta con la escuela de música municipal. En lo referente a la orografía, podemos destacar que es bastante irregular, hasta alcanzar la máxima cota del municipio con unos 200 m s. n. m., en el llamado alto de la Gigüela, en el cual encontramos un mirador, donde podemos observar desde la Bahía de Santander hasta los Picos de Europa, llegando a través de una ruta señalizada que parte desde el parque de la Jaya. En cuanto a sus fiestas nos encontramos con dos, "La fiesta del agua" que se celebra el último fin de semana de agosto y que celebra la llegada del agua al pueblo y "Las fiestas de San Mateo", celebradas cada 21 de septiembre en el Alto de San Mateo.

Extracto del artículo de Wikipedia Maoño (Licencia: CC BY-SA 3.0, Autores, Material gráfico).

Maoño
Avenida de Eduardo Fernández,

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Avenida de Eduardo Fernández

Avenida de Eduardo Fernández
39108
Cantabria, España
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Maoño, Santa Cruz de Bezana
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Lugares cercanos

Cueva de El Pendo
Cueva de El Pendo

La cueva de El Pendo es una cueva prehistórica situada en la comunidad autónoma de Cantabria, en España. Está incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde julio de 2008, dentro del conjunto «Cueva de Altamira y arte rupestre paleolítico de la cornisa cantábrica».[1]​ Ha sido objeto de numerosas excavaciones arqueológicas que han puesto de manifiesto la existencia en el yacimiento de una estratigrafía relevante. En 1907 Alcalde del Río descubrió en el fondo de la gruta unos grabados que tradicionalmente se vienen situando en el Magdaleniense Inferior y que representarían un ave y un posible caballo. Las campañas de Jesús Carballo sacaron a la luz una de las mejores colecciones de arte mueble peninsular, entre cuyos objetos se encontró el famoso bastón perforado. Durante los años cincuenta, la cueva registró sucesivas excavaciones que fueron dirigidas por el profesor Martínez Santaolalla y fue sede del II Curso Internacional de Arqueología de Campo en el verano de 1955. Situada en el barrio de El Churi en Escobedo, en Camargo, la cueva de El Pendo es uno de los yacimientos más citados en la historiografía arqueológica y una de las referencias obligadas en el estudio del Paleolítico peninsular. Se encuentra enclavada desde 2016 en el ANEI Cuevas del Pendo-Peñajorao. Entre 1994 y 2000 los arqueólogos Ramón Montes y Juan Sanguino reactivaron los trabajos en la parte más antigua de la secuencia (Paleolítico medio).[2]​ En agosto de 1997 descubrieron de forma casual un conjunto de pinturas rupestres situadas en un gran friso con una antigüedad aproximada de unos 20 000 años y que habían pasado desapercibidas por la existencia de una costra de suciedad que las enmascaraba. En su mayoría son ciervas, pero también hay un caballo, un posible uro y una cabra, además de diversos signos. Aparecen pintados en óxido de hierro, utilizando las técnicas de tamponado y tinta plana. El valor del descubrimiento estriba en la espectacularidad del conjunto, en la información que aporta sobre el arte rupestre paleolítico y en el hecho de que se produce en uno de los yacimientos del suroeste de Europa imprescindible para el conocimiento de este periodo.