El embalse de Vallforners es una infraestructura hidráulica española construida en el arroyo de Cánoves, dentro del término municipal de Cánoves, en la comarca del Vallés Oriental, en la provincia de Barcelona, Cataluña.
Se encuentra en el macizo del Montseny, entre las sierras de Ombradors y de Palestrins. Aguas abajo se encuentra la población de Cánoves. Aguas arriba la plana de la Calma, en el parque natural del Montseny. El punto culminante del valle es el Puig de Sui, con 1322 m de altitud.
El embalse pertenece al municipio de Cánoves, en la comarca del Vallés Oriental. Fue construido entre 1985 y 1989 y tiene como característica especial el hecho que fue el primer pantano de Cataluña con presa de piedra y tierra compactada. Tiene una anchura de 10 m en el coronamiento, con un núcleo impermeable de arcilla. La presa se ha usado para levantar una pequeña colina en la que se han plantado árboles.[1]
El embalse tiene 1,1 km de longitud, una capacidad de 2,3 hm³, capaces de regar hasta 500 hectáreas de cultivos y abastecer de agua los consumos extraordinarios de Cánoves y Cardedeu. Muy cerca se encuentra el castaño de Can Cuc, un árbol monumental con 14 m de diámetro y 15 m de altura. En su interior se dice que vivía antiguamente un carbonero.[2]
El embalse puede acumular 2 300 000 m³ de agua, lo que le permite regar 500 ha. de cultivos e, incluso, consumos extraordinarios de las poblaciones de Cánoves y Cardedeu. Por esta razón los ayuntamientos de las dos villas son parte de la Comunidad de Regantes.
Está formado por un cinturón de montañas, de cerros y serrados desde el llamado Pla de la Calma hasta Cuch, entre los cuales podemos destacar Roca Centella, Mojó, Turó Monner, Puig del Sui (con 1322 m de altitud), Turó de Cuch (en el que confrontan los términos de Cánoves, Tagamanent, Montseny y San Pedro de Vilamajor), y la sierra de los Vallestrins, en el centro de la que se erige el cortijo de Vallforners, mitad fortaleza, mitad casa forestal, en el camino del Pla de la Calma, construida por el señor de Tagamanent y restaurada por su hijo, Dalmau de Rocabertí, de la familia de los condes de Peralada, en 1610.