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Joel (Miguel Ángel)

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Michelangelo, profeti, Joel 01
Michelangelo, profeti, Joel 01

El profeta Joel de 355 x 380 cm es un fresco de Miguel Ángel de 1508-1510 y forma parte de la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, en los Museos Vaticanos de Roma, encargada por el papa Julio II.

Extracto del artículo de Wikipedia Joel (Miguel Ángel) (Licencia: CC BY-SA 3.0, Autores, Material gráfico).

Joel (Miguel Ángel)
Viale Oscar Romero,

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Michelangelo, profeti, Joel 01
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Lugares cercanos

Capilla Sixtina
Capilla Sixtina

La Capilla Sixtina es una capilla del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, la residencia oficial del papa. Se trata de la estancia más conocida del conjunto palaciego. Originalmente servía como capilla de la fortaleza vaticana. Conocida anteriormente como Cappella Magna, toma su nombre del papa Sixto IV, quien ordenó su restauración entre 1477 y 1480. Desde entonces la capilla ha servido para celebrar diversos actos y ceremonias papales. Actualmente es la sede del cónclave, la reunión en la que los cardenales electores del Colegio Cardenalicio eligen a un nuevo papa. La fama de la Capilla Sixtina se debe principalmente a su decoración al fresco, y especialmente a la bóveda y el testero, con El Juicio Final, ambas obras de Miguel Ángel. Durante el pontificado de Sixto IV, un grupo de pintores renacentistas que incluía a Sandro Botticelli, Pietro Perugino, Pinturicchio, Domenico Ghirlandaio, Cosimo Rosselli y Luca Signorelli realizó dos series de paneles al fresco sobre la vida de Moisés (a la izquierda del altar, mirando hacia El Juicio Final) y la de Jesucristo (a la derecha del altar), acompañadas por retratos de los papas que habían gobernado la Iglesia hasta entonces en la zona superior y por cortinas pintadas con trampantojo en la zona inferior. Las pinturas fueron concluidas en 1482, y el 15 de agosto de 1483, con motivo de la festividad de la Asunción, Sixto IV celebró la primera misa en la capilla y la consagró a la Virgen María.[1]​[2]​ Entre 1508 y 1512, por encargo del papa Julio II, Miguel Ángel decoró la bóveda, creando una obra de arte sin precedentes que cambiaría el curso del arte occidental.[3]​[4]​ Años después, tras el Saco de Roma, pintó también El Juicio Final en la pared del altar entre 1536 y 1541 para los papas Clemente VII y Paulo III.[5]​ Más de cinco siglos después, los frescos de Miguel Ángel siguen atrayendo a multitud de visitantes a la capilla, y son considerados una de las obras cumbre de la historia de la pintura.

Capilla Paulina
Capilla Paulina

La capilla Paulina (en italiano, Cappella Paolina) es una famosa capilla en el Palacio Apostólico, que sirve como capilla del Santísimo Sacramento al interior del Palacio. Está separada de la Capilla Sixtina sólo por la Sala Regia. Recibe su nombre del papa Paulo III, quien encargó su construcción al arquitecto Antonio da Sangallo el Joven (1540). En la actualidad, la Capilla Paulina funciona como parroquia de la Ciudad del Vaticano. Antes de 1550, Miguel Ángel pintó dos frescos aquí: La conversión de san Pablo y la Crucifixión de San Pedro. Otras pinturas en la capilla son obra de Lorenzo Sabbatini y Federico Zuccaro. Las estatuas de la parte posterior son de P. Bresciano. Antes de la apertura del cónclave el Colegio cardenalicio se reúne en esta capilla para atender un sermón en el que se recuerda a los miembros su obligación de dar a la iglesia rápidamente su hijo más capaz como gobernante y guía. Los cardenales después se retiran a la Capilla Sixtina. En la Capilla Paulina se cantan diariamente durante el cónclave misas solemnes "De Spiritu Sancto", concelebradas por todos los cardenales electores del cónclave. En el cónclave de 2013, se reunieron en la Capilla Paulina para iniciar la procesión, pero el sermón se dio en el interior de la Capilla Sixtina, inmediatamente después del "extra omnes". Hay otras dos Capillas Paulinas: una en la iglesia de Santa Maria Maggiore y otra en el Palacio del Quirinal, ambas en Roma.

Basílica de San Pedro
Basílica de San Pedro

La basílica papal de San Pedro (en latín: Basilica Sancti Petri; en italiano: Basilica Papale di San Pietro), conocida comúnmente como basílica de San Pedro, es un templo católico situado en la Ciudad del Vaticano. La basílica cuenta con el mayor espacio interior de una iglesia cristiana en el mundo,[2]​ presenta 193 m de longitud, 44,5 m de altura, y abarca una superficie de 2,3 hectáreas. La altura que le confiere su cúpula hace que su figura domine el horizonte de Roma. Es considerada como uno de los lugares más sagrados del catolicismo. Se ha descrito como «ocupante de una posición única en el mundo cristiano»,[3]​ y como «la más grande de todas las iglesias de la cristiandad».[4]​ Es una de las cuatro basílicas mayores y una de las iglesias que se deben visitar en el peregrinaje de las siete iglesias de Roma para alcanzar la indulgencia plenaria. En la tradición católica, la basílica se encuentra situada sobre el lugar de entierro de san Pedro, que fue uno de los doce apóstoles de Jesús de Nazaret, primer obispo de Antioquía, primer obispo de Roma y, por lo tanto, el primero de los pontífices. La tradición y las evidencias históricas y científicas sostienen que la sepultura del Santo está directamente debajo del altar mayor de la basílica. También la mayoría de los papas han sido enterrados en San Pedro desde la época paleocristiana.[5]​ En el sitio de la basílica han existido iglesias desde el siglo IV. La construcción del actual edificio, sobre la antigua basílica constantiniana, comenzó el 18 de abril de 1506, por orden del papa Julio II, y finalizó el 18 de noviembre de 1626.[6]​ En ella trabajaron algunos de los arquitectos más renombrados de la historia, como Donato Bramante, Miguel Ángel o Bernini. A pesar de la creencia popular, San Pedro no es una catedral, ya que la archibasílica de San Juan de Letrán es la verdadera catedral de Roma.[7]​

Santa Sede
Santa Sede

La Santa Sede (en latín: Sancta Sedes) —también conocida como Sede Apostólica, Sede de Pedro o Sede de Roma,[nota 1]​ entre otras variantes— es la sede del obispo de Roma, el papa, la cual ocupa un lugar preeminente entre las demás sedes episcopales, constituye el gobierno central de la Iglesia católica,[2]​ por quien actúa y habla, y es reconocida internacionalmente como una entidad soberana.[3]​ La Santa Sede es a su vez la expresión con la que se alude al papa y a los organismos de la curia romana, que lo asisten en su responsabilidad al frente de la Iglesia católica.[4]​[5]​ El papa se sirve de la Curia y tramita por medio de ella los asuntos eclesiales, por lo que esta realiza su labor en nombre y bajo la autoridad del sumo pontífice, para el correcto funcionamiento de la Iglesia y el logro de sus objetivos.[6]​ La Curia Romana está compuesta por un grupo de instituciones, entre las que se encuentran la Secretaría de Estado, los dicasterios, los organismos de justicia y organismos económicos, y otras oficinas.[7]​ La Curia Romana tiene la función de ayudar al papa en su gobierno de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares; no tiene, sin embargo, una misión pastoral específica para la diócesis de Roma, por lo que para las necesidades espirituales de la diócesis existe el vicariato de Roma, frente al que se sitúa el cardenal vicario, que gobierna el territorio italiano de dicha diócesis con potestad vicaria del sumo pontífice. Para el territorio concreto de la Ciudad del Vaticano, dentro de la misma diócesis, existe otro vicariato a cuyo frente se encuentra un vicario general.[8]​ La personalidad jurídica de la Santa Sede le permite mantener relaciones diplomáticas con otros Estados, firmar tratados y enviar y recibir representantes diplomáticos, algo que se remonta a varios siglos atrás. Ya desde finales del siglo XV comenzó a recibir con cierta estabilidad enviados diplomáticos, y en el siglo XVI empezaron a constituirse representaciones permanentes.[2]​ En la actualidad, además, participa en organismos internacionales como las Naciones Unidas.[9]​ La Santa Sede posee plena propiedad y soberanía exclusiva sobre la Ciudad del Vaticano,[2]​ un Estado establecido en 1929, tras la firma de los Pactos de Letrán, con el objeto de ser instrumento de la independencia de la Santa Sede y de la Iglesia católica respecto a cualquier otro poder externo.[4]​ De forma abstracta, además de ser la Santa Sede el supremo gobierno y representación de la Iglesia, también lo es de la Ciudad del Vaticano.[nota 2]​ Otros territorios fuera de la Ciudad del Vaticano también cuentan con estatus de extraterritorialidad en favor de la Santa Sede.