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Palacio del Vizconde de Los Villares

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Palacios renacentistas de Andalucía
Palacio del Vizconde de Los Villares 24J 03
Palacio del Vizconde de Los Villares 24J 03

El palacio del Vizconde de Los Villares, en Los Villares (provincia de Jaén, España), constituye la única construcción civil coetánea a la fundación de la localidad en el siglo XVI. Es denominada por los villariegos "Casa Grande", por su notorio mayor tamaño al resto del caserío, o "Casa del Vizconde", por haber pertenecido a la familia de don Francisco Zeballos y Villegas, primer vizconde de Los Villares. Se trata de una casa solariega que sigue los modelos renacentistas rurales castellanos y de la alta Andalucía, de fachadas pétreas, articulada en derredor de un patio adintelado configurado mediante una estructura portante leñosa de jácenas, hermosas zapatas y pies derechos de considerable valor plástico y artesanal y abierta en su fachada principal por una elegante galería alta de arcos de medio punto.

Extracto del artículo de Wikipedia Palacio del Vizconde de Los Villares (Licencia: CC BY-SA 3.0, Autores, Material gráfico).

Palacio del Vizconde de Los Villares
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Lugares cercanos

Balneario y jardines de Jabalcuz
Balneario y jardines de Jabalcuz

El balneario y los jardines de Jabalcuz fueron un complejo de baños termales y jardines situados en el cerro de Jabalcuz, a unos 6 kilómetros de la ciudad de Jaén, España. La presencia de baños termales en Jabalcuz se documenta desde inicios del siglo XVII. En 1781 el consistorio decidió unirlos a la ciudad de Jaén mediante un camino carretero que supondría el inicio de diversas actuaciones por parte de los cabildos municipal y catedralicio. El deán Martínez de Mazas, principal impulsor de la urbanización de la zona, ordenaría la construcción de una plazoleta con casas para los bañistas y una ermita dedicada a los Santos Cosme y Damián. La época de máximo esplendor económico del balneario abarca desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la primera mitad del XX. En 1925 el arquitecto Antonio Flórez Urdapilleta, autor de la residencia de estudiantes de Madrid, redacta para el entonces propietario, el ministro José del Prado y Palacio, un colosal proyecto de reforma y ampliación, con la construcción de diversos inmuebles con la pretensión de ennoblecer y modernizar el paraje, el cual sólo se llegaría a ejecutar en parte. Los jardines, íntimamente ligados al balneario, fueron diseñados por el proyectista de la Rosaleda del Retiro, Cecilio Rodríguez Cuevas, e inaugurados junto al casino-restaurante, factura del arquitecto Alberto López de Asiaín, en 1926. El balneario y jardines de Jabalcuz poseen unos amplios valores arquitectónicos y artísticos, interviniendo en ellos autores de académico prestigio, a los que han de añadirse los valores sociales, paisajísticos y botánicos que aún permanecen en un paraje cuya amplia trayectoria temporal está plenamente vinculada a la historia de la ciudad de Jaén, constituyendo como espacio público periurbano un hito en su urbanismo.

Arte rupestre de los valles de Otíñar
Arte rupestre de los valles de Otíñar

Se denomina arte rupestre de los valles de Otíñar, en Jaén, al conjunto de estaciones con representaciones de arte parietal prehistórico (pinturas y petroglifos) localizadas en los valles que alimentan al río Quiebrajano a su paso por el señorío de Otíñar. Los valles del señorío decimonónico de Otíñar se sitúan en la Sierra de Jaén, en los arranques septentrionales de la Sierra Sur y articulados en torno al río Quiebrajano. Los sitios arqueológicos prehistóricos, conocidos en este territorio desde la década de 1970, parten desde el neolítico, momento en el que el paisaje empieza a ser conquistado simbólicamente a través de las marcas culturales de sus pobladores. No obstante, las manifestaciones artísticas conocidas en la actualidad podrían adscribirse –según los investigadores– a la Edad del Cobre, vinculándose al poblado fortificado de esta etapa prehistórica asentado en la ladera del cerro Veleta, y del que en la actualidad es reconocible la muralla y uno de los dólmenes de su necrópolis, construcciones ambas ubicadas en el denominado Collado de los Bastianes. La totalidad de estaciones, se encuentren o no inventariadas e incluso descubiertas, están declaradas Bien de Interés Cultural en virtud del punto 2º del artículo 40 de la Ley 16/1985, de 25 de junio, de Patrimonio Histórico Español (BOE núm. 155, de 29 de junio): «Quedan declarados Bien de Interés Cultural por ministerio de esta Ley las cuevas, abrigos y lugares que contengan manifestaciones de arte rupestre». Su anotación en el Registro de Bienes Inmuebles del Ministerio de Cultura, se realiza con la categoría de Monumento. Es de aplicación, por tanto, el régimen de protección otorgado a los inmuebles declarados Bien de Interés Cultural, categoría Monumento.

Puente de la Sierra
Puente de la Sierra

El Puente de la Sierra es una pedanía y antigua zona de huertas, conocida también como Pago de Otíñar o Huerta de Otíñar, en la actualidad zona residencial, situada a unos 7 km al sur de la ciudad de Jaén, a la entrada de la denominada Sierra de Jaén o Sierra Sur, en el camino antiguo de Granada. Se encuentra bañado por el río Quiebrajano y el río Frío (Jaén) que al unirse conforman el río Jaén, en cuya inmediación se situaba el antiguo puente. Por el mismo antaño pasaba el antiguo camino real de Jaén a Granada en dirección a la Palma y la Sima, para enlazar con La Cerradura. Cuenta con Parroquia (Santa Cristina) y una ermita (Cristo del Perdón de la Asomada) desde la que parte una romería el domingo siguiente al día de San Juan (24 de junio). Además en ella se encuentran diferentes caserías y cortijos de cierto interés arquitectónico y etnológico como la Casa de la Vereda, el Cortijo de los Naranjos o la Casería de Jesús. En sus inmediaciones se encuentran elementos patrimoniales como el Vítor de Carlos III, el yacimiento de Cerro Veleta, el antiguo poblado colonial de Santa Cristina (dentro de los terrenos de Hacienda Santa Cristina de Otíñar), el castillo y aldea medieval de Otiñar, así como espacios naturales como los Cañones de Río Frío, la zona recreativa de la Cañada de las Hazadillas, el parque periurbano Monte la Sierra y la presa del Quiebrajano.[1]​ Es de destacar el denominado Arte rupestre de los valles de Otíñar, conjunto de estaciones con representaciones de arte parietal prehistórico (pinturas y petroglifos) localizadas en los valles que alimentan al río Quiebrajano dentro del antiguo heredamiento de Otíñar.

Otíñar
Otíñar

Otíñar es un despoblado perteneciente al municipio español de Jaén, en la provincia de Jaén. También es un paraje situado en la denominada Sierra Sur, situado a unos 13 km de la ciudad, y que alberga importantes restos históricos, como son principalmente una aldea medieval de origen árabe y posteriormente cristiana, la Otíñar propiamente dicha, y una colonia agrícola distante unos 2 km de la anterior, erigida en el siglo XIX, y que recibía el nombre de Santa Cristina, si bien también era conocida por el nombre de la población predecesora. Otíñar, desde 1826, se convirtió en una finca privada, hoy segregada en varias parcelas, por lo que fue nombrada frecuentemente antaño como Heredamiento de Otíñar o Hacienda Santa Cristina. Los elementos patrimoniales diseminados a lo largo del señorío, se localizan en un ámbito geográficamente integrado, los Valles de Otíñar, siendo testimonios de la larga historia de este paisaje. En esta trayectoria temporal, pueden destacarse la cueva neolítica de los Corzos, los más de veinte abrigos con manifestaciones de arte rupestre, las canteras de sílex a ambos lados del curso medio del Quiebrajano, la muralla y el dolmen eneolíticos del Cerro Veleta, el sitio romano en la vega del río, el castillo y la aldea medieval, las ruinas de la fortaleza islámica del Cerro Calar, el vítor de Carlos III y la aldea de colonización de Santa Cristina. La ocupación humana en los Valles de Otíñar arranca, en lo que conocemos, desde el Neolítico, cuya impronta temporal se extiende por el paisaje en espacios construidos (necrópolis dolménica, poblado eneolítico amurallado, fortaleza islámica, villa medieval cristiana con su castillo, aldea de colonización decimonónica, etc.), en ámbitos de explotación diversa (vegas agrícolas, recintos ganaderos, canteras de sílex, etc.) y en lugares marcados simbólicamente (estaciones rupestres con pictogramas y petroglifos o el vítor de Carlos III), todo ello enmarcado en un notable espacio natural señalado por este complejo paisaje cultural construido por la superposición de ocupaciones diversas a lo largo de 6.000 años. Esta riqueza patrimonial es consecuencia de la larga explotación de la zona desde hace al menos 6.000 años. En este largo periodo de tiempo ha sido deforestada, cultivada, repoblada, quemada, desecada, perforada por minas y edificada. Cada acto ha dejado su impronta y a grandes rasgos puede leerse en ellos que no ha existido una continuidad en la ocupación aunque sí en el aprovechamiento, y por parte de grupos humanos nunca demasiado numerosos. Conocemos asentamientos de época neolítica, de la Edad del Cobre, romanos, medievales, de época moderna y contemporánea, utilizando cada una de las poblaciones radicadas en el valle un lugar distinto de poblado de la anterior, exigiendo las bases económicas, las ideológicas y las coyunturas políticas, peculiaridades muy dispares para determinar su lugar de ubicación. Santa Cristina, la aldea del siglo XIX, se levanta en una suave loma ligeramente alejada del río pero dominándolo y con algunos cortijos a pie de huerta. La Otíñar medieval se ubicó en un cerro bien defendido con control directo sobre la vía de paso –camino viejo a Granada– y las vegas. El sitio romano estuvo situado en la misma vega, sin pretexto aparente por la defensa pero con un marcado control del cauce fluvial. La comunidad de la Edad del Cobre se asentó en el Cerro Veleta, con una gran visibilidad y dominio del paso preferente. La neolítica estuvo en una cueva, la de los Corzos, enriscada en las alturas de uno de los barrancos más recónditos de la sierra.