La batalla de Muret fue la batalla decisiva de la llamada cruzada albigense. Se libró el 12 de septiembre de 1213 en una llanura de la localidad fortificada occitana de Muret, unos doce kilómetros al sur de Toulouse.[4] La contienda enfrentó a Pedro II de Aragón, sus vasallos y aliados, entre los que se encontraban Raimundo VI de Tolosa, Bernardo IV de Cominges y Raimundo Roger de Foix, contra las tropas cruzadas y las de Felipe II de Francia mandadas por Simón IV de Montfort.[5]
El triunfo correspondió a las fuerzas de Simón de Montfort, quien se convirtió, como consecuencia de su victoria, en duque de Narbona, conde de Tolosa, vizconde de Béziers y vizconde de Carcasona. Las tropas aragonesas y occitanas sufrieron pérdidas notables (unos ochenta caballeros muertos y heridos, y un número elevado de peones), entre las que se destaca la muerte de Pedro II de Aragón el Católico.[3] Su hijo de cinco años, el futuro rey Jaime I de Aragón, que estaba bajo custodia de Simón de Montfort, con cuya hija se había concertado el matrimonio futuro en un nuevo intento para resolver el conflicto,[6] debió permanecer un año como rehén hasta que, por orden del papa Inocencio III, Montfort lo entregó a los templarios.
Esta batalla marcó el inicio de la dominación de los reyes franceses sobre Occitania. Fue también el comienzo del fin de la expansión aragonesa en la zona. Antes de la batalla, Pedro II de Aragón había recibido el vasallaje del conde de Tolosa, el de Foix y el de Cominges. Tras su derrota y muerte, su hijo y heredero Jaime I tan solo conservó el señorío de Montpellier por herencia de su madre, María de Montpellier. A partir de esta fecha, la expansión aragonesa se dirigió hacia Valencia y las Islas Baleares.