El reino de Navarra (en euskera, Nafarroako Erresuma) fue uno de los reinos medievales de Europa situado en ambas vertientes de los Pirineos occidentales, pero con la mayor parte de su territorio localizado al sur de la cordillera pirenaica, en el norte de la península ibérica. Fue el sucesor, desde 1162, del reino de Pamplona, fundado por los vascones en torno a la capital navarra en 824, según afirman algunos historiadores. Tras unos primeros años de expansión y la posterior merma territorial a manos de Castilla y Aragón, el Reino de Navarra se estabilizó con dos territorios diferenciados: la Alta Navarra, al sur de los Pirineos y en la que se encontraba la capital y la mayor parte de la población y los recursos, y la Baja Navarra o Navarra Continental, al norte de la cordillera pirenaica. Entre 1234 y 1512 estuvo vinculado con el reino de Francia, y dentro de su órbita, durante varios siglos a través de varias dinastías (Champaña, Capetos, Évreux y Foix). En algunas ocasiones directamente unido al trono francés (como con los Capetos) entre 1284 y 1328.
El fin de la independencia del reino se produjo cuando Fernando el Católico, y posteriormente su nieto borgoñón Carlos I de España, llevaron a cabo la conquista militar entre los años 1512 y 1528 con distintas resistencias. Se realizaron varios intentos de recuperar la independencia en los años siguientes y finalmente Carlos I de España se replegó de la Baja Navarra por su difícil control. Por lo que esta porción siguió siendo independiente manteniendo las dinastías Foix y Albret, hasta que se asoció dinásticamente a la Corona francesa al subir su rey, Enrique III, al trono galo. Así, los monarcas franceses se intitularon «reyes de Francia y de Navarra». La unión del reino de Navarra a Francia, puramente dinástica, se hizo conservando siempre sus propias instituciones (así, cuando Luis XVI convocó los Estados Generales de Francia, Navarra no envió formalmente diputados a estos, sino al rey en persona, de manera independiente y con su propio cuaderno de agravios).[5] Sin embargo, su estatus diferenciado dentro de la Corona terminó en 1789,[6] al ser abolido como reino. Por otra parte, la Navarra peninsular o Alta Navarra se convirtió en uno más de los reinos y territorios de la Corona de Castilla y finalmente de la Monarquía Hispánica, estatus que conservó, gobernada por un virrey, hasta 1841, fecha en la que pasó a ser considerada «provincia foral» española mediante la posteriormente denominada Ley Paccionada, tras la Primera Guerra Carlista.