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Escuela Navarra de Teatro

Cultura de PamplonaTeatros de España del siglo XXTeatros de Navarra

La Escuela Navarra de Teatro (en euskera Nafarroako Antzerki Eskola),[1]​ conocida por su acrónimo ENT-NAE,[2]​ es un centro de formación de arte dramático y un teatro ubicado en la calle San Agustín de Pamplona (España).[3]​ Pertenece a la Red de Teatros de Navarra.[4]​ Además de su labor docente la ENT-NAE cuenta con una sala de teatro con capacidad para 300 espectadores que durante todo el año programa varios ciclos de espectáculos de las diferentes ramas escénicas.[5]​ También desarrolla una labor de promoción y desarrollo de actividades de investigación en los campos de la pedagogía y el teatro.[6]​

Extracto del artículo de Wikipedia Escuela Navarra de Teatro (Licencia: CC BY-SA 3.0, Autores).

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Reino de Navarra
Reino de Navarra

El reino de Navarra (en euskera, Nafarroako Erresuma) fue uno de los reinos medievales de Europa situado en ambas vertientes de los Pirineos occidentales, pero con la mayor parte de su territorio localizado al sur de la cordillera pirenaica, en el norte de la península ibérica. Fue el sucesor, desde 1162, del reino de Pamplona, fundado por los vascones en torno a la capital navarra en 824, según afirman algunos historiadores. Tras unos primeros años de expansión y la posterior merma territorial a manos de Castilla y Aragón, el Reino de Navarra se estabilizó con dos territorios diferenciados: la Alta Navarra, al sur de los Pirineos y en la que se encontraba la capital y la mayor parte de la población y los recursos, y la Baja Navarra o Navarra Continental, al norte de la cordillera pirenaica. Entre 1234 y 1512 estuvo vinculado con el reino de Francia, y dentro de su órbita, durante varios siglos a través de varias dinastías (Champaña, Capetos, Évreux y Foix). En algunas ocasiones directamente unido al trono francés (como con los Capetos) entre 1284 y 1328. El fin de la independencia del reino se produjo cuando Fernando el Católico, y posteriormente su nieto borgoñón Carlos I de España, llevaron a cabo la conquista militar entre los años 1512 y 1528 con distintas resistencias. Se realizaron varios intentos de recuperar la independencia en los años siguientes y finalmente Carlos I de España se replegó de la Baja Navarra por su difícil control. Por lo que esta porción siguió siendo independiente manteniendo las dinastías Foix y Albret, hasta que se asoció dinásticamente a la Corona francesa al subir su rey, Enrique III, al trono galo. Así, los monarcas franceses se intitularon «reyes de Francia y de Navarra». La unión del reino de Navarra a Francia, puramente dinástica, se hizo conservando siempre sus propias instituciones (así, cuando Luis XVI convocó los Estados Generales de Francia, Navarra no envió formalmente diputados a estos, sino al rey en persona, de manera independiente y con su propio cuaderno de agravios).[5]​ Sin embargo, su estatus diferenciado dentro de la Corona terminó en 1789,[6]​ al ser abolido como reino. Por otra parte, la Navarra peninsular o Alta Navarra se convirtió en uno más de los reinos y territorios de la Corona de Castilla y finalmente de la Monarquía Hispánica, estatus que conservó, gobernada por un virrey, hasta 1841, fecha en la que pasó a ser considerada «provincia foral» española mediante la posteriormente denominada Ley Paccionada, tras la Primera Guerra Carlista.

Conquista de Navarra
Conquista de Navarra

La conquista de Navarra fue el proceso de anexión del Reino de Navarra por parte del de Castilla que transcurrió entre los siglos XII y XVI. Sería en el siglo XII —después de que la nobleza navarra reinstaurase el reino en 1134— mediante una serie de tratados acordados entre el Reino de Castilla y la Corona de Aragón para repartirse Navarra entre ambos. Ya en el año 1200 una sucesión de conquistas castellanas arrebató a Navarra sus territorios occidentales de Álava, Guipúzcoa y el Duranguesado, y con ello su costa peninsular. La conquista del resto de la Navarra peninsular —ideada, promovida y ejecutada por el rey de Aragón Fernando el Católico— culminó en el siglo XVI anexionándola, también, al reino de Castilla. La Baja Navarra rechazó esa invasión, logrando mantenerse como reino independiente hasta el siglo XVII. Después de que el rey de Navarra[1]​ Enrique III ascendiera al trono francés con el nombre de Enrique IV y ambas coronas fuesen asumidas por una misma persona, en 1620, el rey francés Luis XIII –también rey de Navarra como Luis II– impuso, manu militari, la anexión de Navarra a la Corona francesa. A finales del siglo XVIII, inducida por la Revolución francesa, Francia despojó a la Baja Navarra de su cualidad de reino. En 1833, el Gobierno de España desposeyó tanto a la Navarra española, como al resto de reinos, principados y señoríos que componían la monarquía, de su condición de tales, pasando el país a dividirse en provincias. Sin embargo, Navarra se mantuvo como una sola provincia y hasta la Constitución española de 1876 mantuvo en buena medida sus fueros (mediante la Ley Paccionada Navarra). Posteriormente se conservó simplemente un Convenio Económico, hasta la Constitución española de 1978, que devolvió la autonomía al antiguo reino, si bien dejando abierta la posibilidad de que se uniese al País Vasco por decisión del Órgano Foral competente ratificada por un referéndum expresamente convocado al efecto. Al morir sin descendencia Alfonso el Batallador, rey de Pamplona y Aragón, en 1135, se produjo la restauración del reino de Pamplona por decisión de sus nobles. Tras esta restauración, las relaciones de los tres reinos vecinos fueron de constantes incursiones. En este siglo XI el Reino de Castilla y el de Aragón, de forma reiterada, pactaron repartirse el Reino de Pamplona, en los que como línea divisoria se marcaba el río Arga. En varias ocasiones estos tratados se firmaron tras incursiones pamplonesas. Con Sancho VI el Sabio hay constancia de que se denominaba ya de forma escrita como Reino de Navarra, y entonces se produjeron las pérdidas del Señorío de Vizcaya, la Bureba y la Rioja, en parte debidas a la fidelidad cambiante de sus nobles y también por las incursiones armadas del castellano. Al finalizar el siglo, con Sancho VII el Fuerte tuvo lugar la pérdida del Duranguesado, el resto de Álava y Guipúzcoa por invasión de su territorio, aunque en la historiografía hay discrepancia del grado de resistencia o colaboración. A partir de entonces hubo un periodo de consolidación territorial, con numerosas tensiones internas y, en concreto, el surgido con los reyes de origen francés de las dinastías Champaña y Capeta que no se querían someter a los usos y costumbres del reino, con graves enfrentamientos con los infanzones navarros que les obligaban a ello. En estos conflictos, los reinos colindantes mantuvieron su injerencia política y militar, frecuentemente con alianzas con la nobleza navarra. Los enfrentamientos culminaron con la guerra de la Navarrería en que la ciudad de la Navarrería fue totalmente destruida. En el siglo XV se dio la división en facciones en una guerra civil, nuevamente con la intromisión de los reinos vecinos, y que llevaron también a la pérdida de la comarca de Laguardia y Los Arcos a manos de los castellanos. Al final de este siglo se situarían tropas castellanas en distintos puntos, que controlaban en la práctica el reino y que fueron expulsadas al comienzo del siglo XVI. En el año 1512 el rey de Aragón Fernando el Católico decidió la invasión definitiva del reino de Navarra, que efectuó a lo largo del verano con relativa celeridad, aunque con distintas resistencias. Posteriormente se produjeron varios intentos de recuperar el reino por los reyes Juan III de Albret y Catalina de Foix. La primera, en otoño de ese mismo año con ayuda del Reino de Francia. La segunda en 1516, sin esa ayuda. Y la tercera y con gran éxito inicial, en 1521, aprovechando el desguarnecimiento del reino por las tropas castellanas enfrascadas en la guerra de las Comunidades de Castilla, en la que se produjo un alzamiento generalizado y la incursión de tropas franco-navarras. La no consolidación de la posición, acudiendo a sitiar Logroño y la rápida restauración del ejército castellano llevó al fracaso, sentenciado en la batalla de Noáin. Posteriormente se produjeron unas resistencias en algunos puntos que motivaron al abandono por parte de los castellanos de la Baja Navarra, mientras se consolidaba el dominio en la Alta Navarra.