La Santa Sede (en latín: Sancta Sedes) —también conocida como Sede Apostólica, Sede de Pedro o Sede de Roma,[nota 1] entre otras variantes— es la sede del obispo de Roma, el papa, la cual ocupa un lugar preeminente entre las demás sedes episcopales, constituye el gobierno central de la Iglesia católica,[2] por quien actúa y habla, y es reconocida internacionalmente como una entidad soberana.[3] La Santa Sede es a su vez la expresión con la que se alude al papa y a los organismos de la curia romana, que lo asisten en su responsabilidad al frente de la Iglesia católica.[4][5]
El papa se sirve de la Curia y tramita por medio de ella los asuntos eclesiales, por lo que esta realiza su labor en nombre y bajo la autoridad del sumo pontífice, para el correcto funcionamiento de la Iglesia y el logro de sus objetivos.[6] La Curia Romana está compuesta por un grupo de instituciones, entre las que se encuentran la Secretaría de Estado, los dicasterios, los organismos de justicia y organismos económicos, y otras oficinas.[7]
La Curia Romana tiene la función de ayudar al papa en su gobierno de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares; no tiene, sin embargo, una misión pastoral específica para la diócesis de Roma, por lo que para las necesidades espirituales de la diócesis existe el vicariato de Roma, frente al que se sitúa el cardenal vicario, que gobierna el territorio italiano de dicha diócesis con potestad vicaria del sumo pontífice. Para el territorio concreto de la Ciudad del Vaticano, dentro de la misma diócesis, existe otro vicariato a cuyo frente se encuentra un vicario general.[8]
La personalidad jurídica de la Santa Sede le permite mantener relaciones diplomáticas con otros Estados, firmar tratados y enviar y recibir representantes diplomáticos, algo que se remonta a varios siglos atrás. Ya desde finales del siglo XV comenzó a recibir con cierta estabilidad enviados diplomáticos, y en el siglo XVI empezaron a constituirse representaciones permanentes.[2] En la actualidad, además, participa en organismos internacionales como las Naciones Unidas.[9]
La Santa Sede posee plena propiedad y soberanía exclusiva sobre la Ciudad del Vaticano,[2] un Estado establecido en 1929, tras la firma de los Pactos de Letrán, con el objeto de ser instrumento de la independencia de la Santa Sede y de la Iglesia católica respecto a cualquier otro poder externo.[4] De forma abstracta, además de ser la Santa Sede el supremo gobierno y representación de la Iglesia, también lo es de la Ciudad del Vaticano.[nota 2] Otros territorios fuera de la Ciudad del Vaticano también cuentan con estatus de extraterritorialidad en favor de la Santa Sede.