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Colina Vaticana

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Vatican hill
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Colina Vaticana (en latín, Vaticanus Mons) es el nombre dado, mucho antes del inicio de la Cristiandad, a una de las colinas ubicadas al oeste del río Tíber, el lado opuesto a aquel en que se ubican las Siete Colinas tradicionales de Roma. Es posible que haya sido el sitio de un pueblo etrusco llamado Vaticum. En el siglo I, la Colina Vaticana estaba fuera de los límites de la ciudad, y por eso fue apropiada para la construcción de un circo (el circo de Nerón) y un cementerio. La Basílica de San Pedro está construida sobre este cementerio, sitio tradicional de la tumba de San Pedro. Había otro cementerio en los alrededores, el cual fue abierto al público el 10 de octubre de 2006 para conmemorar el quinto centenario de los Museos Vaticanos.[1]​ La Colina Vaticana no es una de las famosas Siete Colinas de Roma, aunque fue incluida dentro de los límites de la ciudad durante el reinado del papa León IV, quien entre 848 y 852 expandió los muros de la ciudad para proteger la basílica de San Pedro y el Vaticano. Antes del Papado de Aviñón (1305-1378), las oficinas centrales de la Santa Sede estaban en la basílica de San Juan en Letrán. Después del papado de Aviñón, la administración de la Iglesia se trasladó a la Colina Vaticana y el palacio papal fue (hasta 1871) el palacio del Quirinal, sobre el Monte Quirinal. Desde 1929, la Colina Vaticana ha sido el lugar de la jefatura de la Ciudad del Vaticano. Es conveniente aclarar que la catedral del obispo de Roma, el papa, no es la Basílica de San Pedro sino la Basílica de San Juan de Letrán, que está en una de las siete colinas de Roma (el Celio), es un emplazamiento de la ciudad de Roma que actualmente pertenece a la ciudad del Vaticano. Esta situación es el resultado de los Pactos de Letrán firmados con el estado italiano en 1929, los que devolvieron a la Santa Sede un estado temporal independiente y su consecuente estatus diplomático a través del Estado de la Ciudad del Vaticano, los que habían sido perdidos en 1860-1870, cuando Italia capturó los territorios de los Estados Pontificios.

Extracto del artículo de Wikipedia Colina Vaticana (Licencia: CC BY-SA 3.0, Autores, Material gráfico).

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Gruta de Lourdes (Ciudad del Vaticano)
Gruta de Lourdes (Ciudad del Vaticano)

La Gruta de Lourdes[1]​ (en italiano: Grotta di Lourdes) es una cueva artificial en los jardines vaticanos en la Ciudad del Vaticano. Fue construida entre 1902 y 1905 y es una réplica de la Gruta de Lourdes en Francia. El contexto de la construcción de esta gruta es la visión de la Virgen que una chica joven, Bernadette Soubirous, habría experimentado 18 veces. El papa Francisco, un día después de su nombramiento como nuevo romano pontífice, visitó la Gruta de Nuestra Señora de Lourdes, en la tarde del 15 de marzo de 2013 y ofreció oraciones ante la estatua de la Virgen María.[2]​ El contexto histórico de la creación de una gruta en los jardines vaticanos es que el 8 de diciembre de 1854, el dogma de la Inmaculada Concepción fue proclamado por el papa Pío IX en una columna de la Piazza di Spagna adornada con una estatua de la Virgen María. El contexto del dogma se acentúa aún más por el mensaje visionario dado por la Virgen a Bernadette Soubirous, una niña de 14 años, de que "Ella" era la "Inmaculada Concepción", y que un santuario debía establecerse para ella en Massabielle, cerca de Lourdes. Este mensaje visionario había aparecido a Soubirous unas 18 veces. El papa León XIII promovió una copia de la Gruta de Lourdes que bendijo en los jardines vaticanos donde el clero reside, se reúne y mantiene las celebraciones litúrgicas. El 1 de junio de 1902, el obispo de Tarbes y Lourdes, François-Xavier Schoepfer, presentó la Gruta de Lourdes al papa León XIII en el penúltimo año de su pontificado. La reproducción en los jardines vaticanos fue hecha por Constantino Sneider de los Palacios Apostólicos.

Santa Sede
Santa Sede

La Santa Sede (en latín: Sancta Sedes) —también conocida como Sede Apostólica, Sede de Pedro o Sede de Roma,[nota 1]​ entre otras variantes— es la sede del obispo de Roma, el papa, la cual ocupa un lugar preeminente entre las demás sedes episcopales, constituye el gobierno central de la Iglesia católica,[2]​ por quien actúa y habla, y es reconocida internacionalmente como una entidad soberana.[3]​ La Santa Sede es a su vez la expresión con la que se alude al papa y a los organismos de la curia romana, que lo asisten en su responsabilidad al frente de la Iglesia católica.[4]​[5]​ El papa se sirve de la Curia y tramita por medio de ella los asuntos eclesiales, por lo que esta realiza su labor en nombre y bajo la autoridad del sumo pontífice, para el correcto funcionamiento de la Iglesia y el logro de sus objetivos.[6]​ La Curia Romana está compuesta por un grupo de instituciones, entre las que se encuentran la Secretaría de Estado, los dicasterios, los organismos de justicia y organismos económicos, y otras oficinas.[7]​ La Curia Romana tiene la función de ayudar al papa en su gobierno de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares; no tiene, sin embargo, una misión pastoral específica para la diócesis de Roma, por lo que para las necesidades espirituales de la diócesis existe el vicariato de Roma, frente al que se sitúa el cardenal vicario, que gobierna el territorio italiano de dicha diócesis con potestad vicaria del sumo pontífice. Para el territorio concreto de la Ciudad del Vaticano, dentro de la misma diócesis, existe otro vicariato a cuyo frente se encuentra un vicario general.[8]​ La personalidad jurídica de la Santa Sede le permite mantener relaciones diplomáticas con otros Estados, firmar tratados y enviar y recibir representantes diplomáticos, algo que se remonta a varios siglos atrás. Ya desde finales del siglo XV comenzó a recibir con cierta estabilidad enviados diplomáticos, y en el siglo XVI empezaron a constituirse representaciones permanentes.[2]​ En la actualidad, además, participa en organismos internacionales como las Naciones Unidas.[9]​ La Santa Sede posee plena propiedad y soberanía exclusiva sobre la Ciudad del Vaticano,[2]​ un Estado establecido en 1929, tras la firma de los Pactos de Letrán, con el objeto de ser instrumento de la independencia de la Santa Sede y de la Iglesia católica respecto a cualquier otro poder externo.[4]​ De forma abstracta, además de ser la Santa Sede el supremo gobierno y representación de la Iglesia, también lo es de la Ciudad del Vaticano.[nota 2]​ Otros territorios fuera de la Ciudad del Vaticano también cuentan con estatus de extraterritorialidad en favor de la Santa Sede.