Las Atarazanas de Sevilla, que se conservan en la actualidad en el barrio del Arenal,[1] constituyeron la base naval militar más importante de la Corona de Castilla. Estuvieron operativas entre los siglos XIII y XV.
Su función era la de arsenal, es decir, la de proteger de la intemperie la flota militar durante el invierno, y no donde se construían barcos.[2] Parece ser que primero tuvo unas 14 o 15 naves, pero muy pronto aumentó a 17 naves; en cada nave cabrían dos galeras. Originalmente los techos eran de madera, pero al ir desprendiéndose por el deterioro decidieron cubrir las naves de ladrillo. Más de 6 hectáreas de terreno y con la posibilidad de guardar entre 30 y 35 galeras
El complejo estaba junto a una gran explanada de arena que llegaba hasta la orilla del río Guadalquivir[3], que facilitaba el almacenaje de las galeras. Las continuas riadas del Guadalquivir fueron depositando sedimentos que originó la subida del nivel del suelo, dejando los antiguos pilares enterrados
La flota que se guardaba en Sevilla jugó un papel importante en las luchas por el control del estrecho de Gibraltar, así como en la participación castellana en la guerra de los Cien Años[3], siendo unas de las flotas europeas más importantes del momento.
El alcaide de las Atarazanas era la persona encargada de reparar y conservar a buen recaudo las galeras; el armador de las flotas reales debía proveerlas de hombres, armas y alimentos y, finalmente, el almirante mayor de la mar, habría de encargarse de conducirlas al combate. Los cargos de alcaide y almirante aparecieron casi al mismo tiempo a comienzos del reinado de Alfonso X; el de armador fue mucho más tardío y hubo de esperar a la penúltima década del siglo XIV cuando gobernaba en Castilla don Juan I.
A partir de mediados del siglo XV las Atarazanas entraron en decadencia. La razón fundamental tal vez de deba a que, en los viajes transoceánicos, que acabaron constituyendo el nuevo ámbito de expansión de Castilla, la presencia de las galeras no tenía sentido, pues sus abundantes tripulaciones y sus consiguientes necesidades de agua y bastimentos, no les daba autonomía suficiente para cruzar un océano. En 1485 ya estaban abandonadas; se va a reutilizar la nave Norte junto al Postigo del Aceite como lonja de pescado, nave que seguramente no tendría techo. las Atarazanas se convirtieron en un gran almacén, con patios interiores e incluso viviendas, ya desde finales del silgo XV.
Por Real Cédula de 5 de junio de 1503 de los Reyes Católicos se tomó la última nave de las Atarazanas, contigua al Postigo del Carbón, para el “recibo, empaque y aviamiento de azogues”; el azogue o mercurio procedía de Almadén (Ciudad Real), elemento fundamental para realizar el proceso de la amalgama de la plata. nacía así la conocida como Casa del Azogue.
En 1543 se creó el “almojarifazgo de Indias”, que era un impuesto que gravaba las mercancías que venían de América, la Corona decide entonces instalar la Aduana en tres naves más al sur, contiguas a la nave donde se ubicaba la Casa del Azogue, a finales de 1577, con un proyecto de Asensio de Maeda, inaugurándose en 1587
El 13 de marzo de 1969 el Estado declara Monumento Histórico Artístico a las Atarazanas,[4] y el 18 de junio de 1985 se aumentó el grado de protección del inmueble declarando a la Maestranza de Artillería (que ocupa las siete naves que se conservan y otras estructuras, como un pabellón delantero) Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento.[5]